En 48 pulgadas (Latif Seck - Dakar, 14 de marzo de 2018)

Televisión y fútbol. Si se dan estos factores, el bar de Malick se llena. Es el caso. Se disputa un partido de la Liga de Campeones: Milan-Chelsea. Latif, evidentemente, no se pierde la cita. Varios compañeros del Xam-Xam lo acompañan. Toman un refresco mezclados con los vecinos del barrio mientras comentan el desarrollo del encuentro. La pasión por el fútbol de Latif es desmedida. Le encanta el Milan. A Petisco, otro de los integrantes del equipo del distrito de Bel-Air, no. Él siempre tuvo simpatía por el Chelsea. Eso anima mucho más la velada.
—¿Viste lo que acaba de hacer? ¡No me lo puedo creer! A bote pronto, remató casi sin ángulo. ¡Increíble!—Latif sobredimensiona una jugada de Andrea Invernizzi, su ídolo.
—A ver, es lo único que ha hecho en este partido. No hay color, hombre. El Milan no tiene nada.—Petisco critica al equipo rossonero justo cuando el árbitro pita el final de la primera parte. Empate sin goles.
Latif sonríe a la camarera por lo que pueda pasar. No hay que cerrarse puertas, se dice. Después, vuelve la vista hacia la pantalla del bar. Emiten las noticias. Un boletín breve aprovechando la parada del fútbol.
El alboroto del local disminuye drásticamente cuando sale la imagen del presidente del país, Abou M'Baye. El rótulo del informativo no deja lugar a dudas: M'Baye asesinado en viaje oficial. Los rostros de preocupación inundan el bar. Nadie puede atender a otra cosa que no sean las 48 pulgadas del televisor de Malick. Poco a poco, se hace el silencio.
La voz en off escupe datos sobre el incidente que no logran asimilar. Abou M'Baye había tomado posesión del cargo la semana anterior. Un miembro del Parti Démocratique Sénégalais condenaba el asesinato, aunque no especulaba sobre su autor. La Kasa. Los clientes del bar culpaban en voz alta a los terroristas de la región de Casamance. Dakar ha sufrido cuatro atentados este mes. Todos fueron atribuidos a Cákon-Wanosan, la organización paramilitar diola.
Latif está preocupado. Una especie de psicosis se había apoderado de Senegal desde que Cákon-Wanosan comenzó a matar. Lo que pensaba que era un hecho puntual se ha convertido en costumbre. Triste costumbre. La muerte del presidente le afecta. M'Baye era un reformista. Había prometido la paz con los rebeldes de Casamance. En sólo una semana, había iniciado unos cambios en el sistema de salud pública reclamados durante décadas. Él vivía con ilusión el mandato de M'Baye. Creía que todo mejoraría. Sin embargo, la noticia de su defunción le consumía en el desepero.
Petisco es de Cabo Verde, aunque vive en Senegal desde hace diez años. Suficientes para darse cuenta del drama nacional que supone este magnicidio. Lo peor será la reacción del pueblo wolof. Lo sabe él y lo sabe Latif. Hay cuatro jugadores del Xam-Xam que son de etnia diola. Dos de ellos, nacieron en Ziguinchor, la capital de Casamance. Petisco se acuerda de ellos en estos momentos de confusión.
A la Latif no le preocupan los compañeros de equipo. Las noticias no lo confirman, pero todos están convencidos de que el culpable es Cákon-Wanosan. Si los terroristas pueden matar al presidente, ¿qué no pueden hacer? Asimismo, eliminar a M'Baye supone un paso atrás en el proceso pacificador. De demostrarse que el asesinato del líder wolof es responsabilidad de un grupo radical diola, la violencia arrasará el país. La tensión acumulada entre wolofs y diolas es tal que un episodio como éste daría pie a una guerra civil. Y Latif no quiere estar en Dakar con las calles manchadas de sangre. Es momento de pensar en huir, porque todo apunta a que se ratificarán las previsiones más pesimistas. Adiós, Senegal.

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