Saque ajustado (Norma Makaroff - Buenos Aires, 13 de marzo de 2018)

Son las ocho de la tarde y sólo queda media hora de alquiler. A Norma siempre le parece poco el tiempo que pasan en la pista cuando se lo está pasando bien. Es difícil que puedan juntarse las cuatro, pero estos ratos son los que merecen la pena. Así lo cree ella. Además, siempre es bueno aprender nuevos movimientos de pádel. Sabrina es la más veterana en este deporte y también es la improvisada profesora.
Norma, Sabrina, Adriana y Silvia son amigas desde la universidad. Las cuatro estudiaron Derecho y las cuatro son abogadas de éxito. De procedencia dispar, todas se aceptan tal y como son, aunque sacan a relucir sus orígenes para meterse las unas con las otras. Norma Makaroff, judía, es, habitualmente, la peor parada. No le perdonan haberse criado en Villa Crespo rodeada de comodidades que ninguna de ellas disfrutaron. Aún así, la pelea dialéctica no sube de tono ni pasa del simple vacile.
Sabrina pretende que Norma domine la destreza del saque. Quiere que haga saques ajustados a las esquinas. Pero Norma no maneja muy bien la pala y sus progresos son mínimos. Adriana y Silvia no lo hacen tan mal como su amiga. Sabrina quiere que Norma, al menos, llegue a adquirir habilidades similares a las de las otras dos compañeras.
—Tenés que intentarlo. Apuntá con la mirada y luego repetí el gesto que te dije antes. Si no lo intentás, seguro que no saldrá.—Sabrina insiste.
—Un poco de relax. Vinimos aquí a pasarla bien, no a discutir. ¿La tenés la idea?—Norma no quiere presión.
El partido transcurre sin novedades. La pareja formada por Sabrina y Norma se impone, a pesar de Norma. Se duchan y toman un refresco en la cafetería del gimnasio. Allí conversan sobre cualquier tema excepto trabajo. Eso es lo usual. Hoy, en cambio, surgen temas laborales. Sabrina está nerviosa. Su despacho está a punto de cerrar. Lo comentan todos los trabajadores. Sus abuelos le animaron a irse con ellos a Italia, pero lo ve muy arriesgado. El Derecho cambia radicalmente de un país a otro. Y ella no quiere irse de Argentina. Norma entiende la desolación de su amiga. Pero ninguna puede ofrecerle soluciones. A ellas tampoco les va como para presumir.
Adriana intenta cambiar de tema. El poco tiempo que pasan juntas no debería ser para tocar cuestiones entristecedoras. Así es que les propone una escapadita de fin de semana: Punta del Este. Norma sonríe. No están en situación de realizar grandes gastos y esa opción de evadirse de los problemas en Uruguay es tentadora, pero no factible. Adriana pone empeño en conseguir la aprobación de sus amigas. Se miran con cara de pena, como reconociendo el mérito de la ocurrencia y al mismo tiempo descartándola.
Mientras Adriana se hace ilusiones con la playa, suena el teléfono de Norma. Es su jefe. Le habla de un cliente estadounidense que tienen en cartera. Un filántropo que financia una investigación en el territorio argentino de la Antártida. Debido a unas complicaciones de última hora, el superior de Norma exige su presencia en el despacho inmediatamente. Ella advierte a sus compañeras de pádel de la noticia y, apresuradamente, abandona el gimnasio.

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