Talla equivocada (Li Fang - Hong Kong, 13 de marzo de 2018)

—Esto no es una 10, yo le pedí una 10 y usted me da una 8.—
—En serio, señora, con todo el respeto del mundo, es una 10. Usted me está pidiendo una talla que no le corresponde. Le aseguro que lo que marca la etiqueta es la talla real.—Fang intenta calmarse ante las protestas de una turista.
—Esta ropa talla mal. Seguro que es falsa, no creo que sea Dolce & Gabbana.—
—Señora, ¿cree que una blusa de casi 7.000 dólares hongkoneses puede ser falsa?—No es la primera vez que una visitante británica trata de impresionar a sus amigas haciéndoles ver que compra ropa de marca propia de millonarios. Pero Li Fang sabe distinguir cuando alguien quiere el producto y cuando, simplemente, entran en su tienda para codearse con la élite. Éste es el último caso.
Tras quejarse con un aspaviento innecesario, la turista europea y su séquito de amistades abandonan Jiayong Luxury, el local en el que trabaja Fang. Situado en el luminoso Distrito Central de la Isla de Hong Kong, su mercancía es prohibitiva para la mayoría de los mortales. La calidad de las prendas, fuera de toda duda, no es lo único que paga el cliente. Lo fundamental no es lo que se compra, sino de qué marca es. Ahí entra en juego la oferta de Jiayong Luxury. La marca, un sello distintivo que diferencia a un sector privilegiado de la población del resto de seres humanos. Una forma de evidenciar las categorías si es que ya no estaban patentes.
A Fang no le agrada su trabajo en absoluto. Cuando finaliza su jornada diaria vuelve a un minúsculo apartamento en Kowloon, hacinada con sus padres, sus dos hermanas y los novios de ambas. En la tienda, tiene que atender a personajes que la tratan de modo despectivo, ya que consideran que no merece otra distinción. Normalmente son turistas adinerados o gente de negocios, de grandes negocios. Todavía es martes y le tarda en llegar la hora de salida. Afortunadamente, apenas hay clientes.
Fang se va al cuarto de empleados aprovechando que ésta es una tarde tranquila. Desde allí, llama por su móvil a Ho, su novio. Todavía no viven juntos, ella lo prefiere así. Además, ¿en qué casa se quedarían? Ninguna de las dos familias les puede ofrecer intimidad. Hasta que puedan disponer de un receptáculo propio, por pequeño que sea, Fang no se irá a vivir con Ho.
—¿Ho? ¿Cómo tardas tanto en contestar?—
—Perdona, cariño. Estaba viendo las noticias. Lo mismo de siempre. Sabes, ¿el Manchester United va a venir en verano a jugar un amistoso? Me encantaría ir al estadio.—
—Olvídate del dichoso fútbol por un minuto, ¿te parece? Pensaba que hoy podíamos cenar juntos. ¿Te gusta la idea?—Fang quiere desconectar de sus hábitos y hacer algo diferente.
—Me gusta, me gusta. Ya sé que casi no nos vemos, pero esta noche es imposible. Me salió un trabajo en el puerto. Tal vez el sábado.—Bai Ho no se esfuerza en dar explicaciones.
—Tal vez.—Fang, decepcionada, corta la llamada sin despedirse.

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