Viaje al frío (Norma Makaroff - Ushuaia, 15 de marzo de 2018)

Hace dos horas que el barco partió del puerto de Ushuaia. Todo ha ocurrido a una velocidad imposible de asimilar. Norma, junto con un destacamento de la Pacific Investment Management, viaja hacia la base en la Antártida que tantos problemas está ocasionando a Teruggi y Asociados. De madrugada, tomaron un vuelo desde el aeropuerto de Ezeiza con destino a Tierra del Fuego. Después, casi sin tiempo para acomodarse al clima del sur de la Patagonia, se embarcaron en una nave dispuesta por la empresa de Tyler Berger. No parece que sea el trabajo de una abogada acudir a este tipo de eventos, pero Norma sabe el dinero que aporta el Señor Berger a su despacho. Todo sea por el bien de Teruggi y Asociados.
El azul de los mares del sur relaja a Norma. Nadie dialoga. Sólo se escucha el ruido del potente motor de la embarcación que les transporta hacia el continente helado. Norma no aguanta el silencio. Ni siquiera sabe cómo se llama la base a la que tienen previsto llegar. Su curiosidad le obliga a levantarse de su asiento y acercarse a la cabina de mando. Por el camino se encuentra con el jefe del destacamento de la Pacific Investment Management. Tiene que preguntar:
—Disculpe, ¿cuál es el nombre de la base a la que nos dirigimos?—
—Usted es la abogada, ¿no? Creo que eso no importa. Sólo importa que haga su trabajo, que firmen los documentos y nos vayamos cuanto antes de vuelta a Ushuaia.—Alfredo Campos aparta de su camino a Norma y se aleja.
—Perdone de nuevo, insisto. Necesito saber el nombre de la base. Si no me lo dice usted, me lo dirá el capitán del barco. De todos modos, informaré de su comportamiento.—Apenas termina de hablar Norma, Campos se gira y con mirada amenazante cambia de sentido en su caminar.
—¿Me está amenazando? No sé qué extraño motivo encontró el Señor Berger para contratar los servicios de su despacho, pero, desde luego, puede informar de lo que le venga en gana. Él sabe que puede confiar en mí y en el Señor Madison. Lo que haga usted, al margen de su encomienda, me da igual. Y, créame, al Señor Berger, también.—
Las desalentadoras palabras de Campos no frenan el ansia de Norma. Pese a que no le contesta, no ceja en su empeño y, ahora sí, pretende interrogar al capitán. Al entrar a la cabina del barco escucha a un miembro de la tripulación dirigirse al capitán. No oye todo lo que dicen, de hecho, coge la conversación ya empezada, aunque escucha lo suficiente para sospechar que algo no va como esperaba. El capitán y su subordinado hablaban de chinos. ¿Chinos en la Antártida? Hay algo que Norma no sabe y lo quiere averiguar.
—Perdón, capitán, ¿chinos? ¿Qué dice de chinos?—El capitán y su compañero se alteran al comprobar que Norma acaba de entrar en la cabina. Sin embargo, pronto se serenan.
—Por supuesto, señorita. ¿Acaso no la han informado? Nos dirigimos a la base Gran Muralla. Es una base china instalada en la Isla Veinticinco de Mayo.—
—No lo sabía. ¿Una base china? ¿Qué tiene que ver eso con la Pacific? La verdad, pensé que nos dirigíamos a una base nacional, en todo caso de Estados Unidos.—
Norma no entiende nada. Es toda una novedad que la base sea china. Una empresa americana en un proyecto común con el gobierno de la República Popular China actuando en una base en suelo de la Antártida Argentina. Todo es muy extraño. Lo más sorprendente para Norma es que la Pacific le oculte información. ¿A cuento de qué tanto secretismo?

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