Dudas al aparcar (Nadya Suslova - San Petersburgo, 13 de marzo de ?)

Le gusta conducir, no aparcar. En invierno, las calles de cualquier ciudad de Rusia son difíciles: el tráfico, la oscuridad y la inseguridad. Nadya adora su ciudad, San Petersburgo, pero odia desplazarse en coche por sus carreteras, porque, al final, tendrá que estacionar el vehículo. Y eso no se le da nada bien.
El termómetro no marca en negativo por poco. Ya es de noche, una falta de luz prematura consecuencia de la latitud en la que se ubica Píter, como le llaman cariñosamente sus habitantes a la antigua Leningrado. Hace media hora que Nadya Suslova salió de trabajar y ahora busca aparcamiento en las cercanías de su hogar. Mientras se afana en encontrar una plaza libre, piensa en lo mucho que hubiese deseado seguir trabajando unas horitas más y quedarse a dormir allí, en el Hotel Sokos. Su oficio de recepcionista en esa mole de cinco estrellas le proporciona, al menos, calor en invierno. A un paso del Hermitage, los alrededores del Sokos Hotel Palace Bridge provocan que Nadya se deprima cada vez que llega a su edificio desprovisto de una calefacción adecuada para el norte de Rusia.
Por fin, Nadya da con un lugar en el que dejar su coche hasta mañana a las cinco, hora en la que tendrá que tomar de nuevo rumbo al hotel. La verdad, su Lada Sibirsk, uno de los últimos modelos de la que marca automovilística rusa fabricó antes de quebrar, no es nada manejable. Es un turismo muy largo, con lo que, junto con la nula destreza de Nadya, el aparcamiento es un calvario. La maniobra para aparcar es rocambolesca: giro a la derecha, endereza, giro a la izquierda, de nuevo a la derecha, vuelve a enderezar, gira un poco a la derecha, un poco a la izquierda, ...
Era predecible. Sus dudas al maniobrar terminan cuando la chapa del Sibirsk roza con el coche que está aparcado al lado. Nadya piensa en que si el aparcamiento fuese en batería no habría problema. Pero la realidad es que abolla la chapa de su automóvil. El hundimiento es leve, pero el roce levantó la pintura. Al otro turismo no le pasó nada. Finalmente, estaciona el coche y baja para comprobar el resultado de su falta de pericia. Otra nota de alegría para terminar el día.

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