Soñando para los turistas (Galarrwuy Wirrpanda - Hermannsburg, 13 de marzo de ?)

—Si ustedes se preguntan el motivo por el que nosotros, los verdaderos australianos, vivimos en armonía con la naturaleza y nos preocupamos de cuidarla, tienen que buscar la respuesta en nuestra religión. Nosotros creemos que los seres humanos fuimos creados al igual que las plantas y los animales, aunque no se nos dio un cuerpo que habitar y no sabíamos quiénes seríamos hombres y quiénes otros seres. Tuvimos que esperar. En el quinto mes de embarazo, el espíritu que así lo determina entra en el feto humano. Cuando la madre siente los golpes en la barriga, es señal de que el alma ya está en el cuerpo. Pero nosotros existimos antes de esta vida y también después. El tiempo del sueño, altjeringa, como le llamamos, es más real que la propia realidad que percibimos a diario. Tras nacer, la persona se convierte en un guardián de esa parte del país: de su cultura y de su naturaleza. Por eso vivimos con tanto respeto hacia lo que nos rodea, porque en el tiempo del sueño, ellos son como nosotros. Y el altjeringa es lo único real.—Galarrwuy les explica su concepto de la existencia a los turistas mientras contemplan el paisaje rojizo del Parque Nacional de Watarrka.
Son muchos años ya diciendo lo mismo, pero la satisfacción que le produce a Galarrwuy Wirrpanda hacer su trabajo le anima a continuar. Él no habla de algo desconocido, es un aborigen australiano y mantiene vivas las tradiciones de su pueblo. Por supuesto, él cree lo que explica a sus compatriotas blancos, que llegan al territorio de los arrernte para conocer un poco mejor la forma de vida de los primeros habitantes del continente.
El horizonte es generoso y los visitantes pueden observar con detenimiento el Kings Canyon. Los forasteros, guiados por Galarrwuy siguen uno de los dos caminos permitidos para los turistas. Se trata de tierra santa para los aborígenes y, tras años de abandono, el Gobierno Australiano decidió proteger el patrimonio cultural de los indígenas en los años ochenta. La ruta de esta tarde es la corta, dos kilómetros, una hora de camino bajo un sol aplastante. Galarrwuy, de tez negra, soporta mucho mejor el efecto de Lorenzo sobre su piel que sus acompañantes. Los 35º C tampoco ayudan a ganar metros a los curiosos que se han decidido a recorrer este paraje mítico del continente austral.
Al final del camino les espera una plataforma. Desde ella, podrán contemplar la grandiosidad de las paredes del cañón. Trescientos metros en vertical de tierra rojiza. Son las siete de la tarde, una buena hora para desplazarse bajo los rayos del astro rey. Los turistas están equipados, obligatoriamente, con crema solar, sombrero y un litro de agua. Los aborígenes habitan esta zona desde hace veinte mil años, suficientes para saber que no se puede avanzar sin hidratarse.

2 comentarios:

  1. Promete. Me gusta cómo vas dejando migas para que sigamos la historia, aunque supongo que el fin del mundo no está tan cerca... habrá capítulos.

    He puesto un link en mi blog. Saludos.

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  2. Gracias, Félix. Te agradezco profundamente tus palabras y te aseguro que el fin del mundo dará más capítulos, sin duda.

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